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18.11.09

Las mujeres en prisión, las mujeres al panteón

"Mi cuerpo es mío" he gritado desde el fondo de mi corazón en muchas marchas, y fue lo primero que me cruzó por la mente anoche cuando Gustavo me informó, mientras miraba su celular, que el Congreso de Veracruz acababa de aprobar la famosa "ley antiaborto" promovida por su gobernador.


Así fue como el PRI logró, una vez más, consolidar el retroceso del país, refrendando exitosamente su consigna en contra de las mujeres. En alianza con el PAN y la iglesia católica, han logrado que en 17 entidades de la República—Veracruz, Guanajuato, Durango, Quintana Roo, Querétaro, Yucatán, Sonora, Chihuahua, San Luis Potosí, Puebla, Oaxaca, Nayarit, Morelos, Baja California, Colima, Campeche y Jalisco —no se reconozca a las mujeres su legítimo derecho a decidir.


Recuerdo como me estremecí cuando vi una nota en un periódico de Guanajuato sobre una niña de 11 años que fue violada y el Estado no le permitió interrumpir su embarazo. Aún se encoge mi corazón al pensar en ella y en tantas mujeres y niñas sometidas a estas violentas legislaciones y a los conservadores que las ejercen. Eso es lo que estos grupos buscan: la imposición total del Estado sobre la vida de las mujeres, sus decisiones y sus cuerpos.

Obligarnos a tener hijos producto de una violación es la más profunda invasión del Estado sobre nuestro derecho a la privacidad. Sinceramente, ¿no es esto un acto de violencia del Estado hacia sus ciudadanas? En Nicaragua se han impuesto políticas y legislaciones con el mismo espíritu y la Organización de las Naciones Unidas las ha calificado como actos de tortura.


Hay muchas razones para lamentarnos por lo ocurrido anoche en Veracruz—y el resto de las entidades donde se legisló esta “ley antiaborto”—, una de ellas siendo la cerrazón de la clase política de nuestro país: proponen estas iniciativas sin abrir foros informativos e incluyentes o siquiera debatir de cara a la ciudadanía. Si bien es una gran irresponsabilidad ignorar el alto número de mujeres que pierden la vida producto de un aborto clandestino, es trágico no ofrecer alternativas para que las mujeres no tengan que recurrir a la interrupción de un embarazo: métodos anticonceptivos gratuitos y al alcance de toda la población. Negarnos también eso es mirar a las mujeres como un objeto reproductivo y no como personas con derechos. Pareciera que los conservadores de este país sólo quieren a las mujeres en prisión o en el panteón, y no ofrecen más que eso.


Lo que las mujeres queremos es la capacidad de decidir libremente sobre nuestra reproducción, vivir una vida sexual responsable, satisfactoria y segura. Buscamos tener la libertad de elección y esta sólo se logra si existen alternativas verdaderas.


Porque es el espacio más intimo que nos queda, seguiremos gritando “mi cuerpo es mío”; es el lugar que por tantos años hemos tratado de conquistar para nosotras, para hacerle saber al mundo que es nuestro, que nos corresponde. Habemos muchas y muchos que seguiremos en la lucha por un derecho que debiera ser una obviedad: la reapropiación del cuerpo femenino para las mujeres.


A cada una su cuerpo, a cada una su vida.

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